Antes, caminaba sobre mis propios pasos, como en un círculo o en un deja vú...Hasta que una vez te vi, me rendí y caí en un precipicio que parecía infinito ante los ojos. Decidimos jugar, pensar y no salir de aquel lugar. Recordamos que estamos vivos, nos vemos y hasta rompemos la barrera de la intimidad.
Comía de ti, bebía. Hablábamos de cuerpos, de cosas que hacían reír. Y entendí. No necesito estar parado allí afuera para poder gritarte, que no necesito exponerme al frío para demostrarte que también me congelo. Basta con extender mis manos, saltar y provocar que el viento me vuele a donde siempre vayas.
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