Y yo, sin pensarlo mucho, algún
día me iré a vivir a New York, encontraré un departamento, lo amueblaré y
compraré un perro. En la ventana pondré una planta que me recuerde que la vida
requiere dedicación y no tiempo y ahogaré mis penares en una taza de café cada
mañana. Y el departamento tendrá al menos una ventana grande donde en las
tardes visualizaré la ciudad, y ahí, esperare paciente a que alguien me recite
unas palabras, como en la canción, como en un cuento, o como en la realidad
suceden. No sé.
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