sábado, 23 de julio de 2011

Cuentos: "Folié" (2)


Folié (.. .continuación)


. ..A veces siento que le ganan las ansias y el miedo a mi locura. Que si yo estuviera cuerdo, me vería como una persona totalmente triste, monótona y mi vida sería menos interesante. Que aquellos eventos fantasiosos de mi mente no son más que latidos de vida.

Lo que les voy a contar aún no se si lo viví en carne propia o es un truco más de mi cabeza absurda. Pero esa vez, después de haberme quedado dormido escuchando ruidos en las ramas, desperté en la copa de un árbol, desnudo, con calor y con sudor en la piel. Con semen entre las piernas y pequeñas heridas en los brazos.

Miré a mi al rededor y más que preguntarme que como había sido posible, me preguntaba que quien me había llevado.




Bajé del árbol lentamente, observando a mi al rededor, buscando a alguien. Nada. Me metí a la casa abrazándome por el frío que comenzaba a sentir. Todo el tiempo había hecho frío y yo apenas lo sentía, es como si todo ese tiempo hubiera estado en contacto con algo que me proporcionaba un calor infinito. Pero, ¿qué podría ser? estar frente a una fogata ardiendo, un suéter, un abrazo o un beso tal vez. No lo se.


En la tarde busqué de nuevo el azúcar para prepararme mi café. Y nada. Entonces me asomé de nuevo por mi ventana, buscando el ocaso. Y nada.
Luego me asomé y a un lado de la ventana, por fuera, había unas escaleras de madera. Me salí por la ventana para poder subir a la azotea, y tal vez poder ver el ocaso desde arriba.
Si, se veía perfecto. No había nada mejor que aquellos tonos naranjados, azules y negros punteados con estrellas blancas.
El viento pegando en mi cara, los pájaros cantando las buenas noches. Pero había algo inusual de nuevo. Esa sombra frente a mi, en medio del bosque. No supe que hacer y me quedé profundamente dormido en la azotea.

Cuando desperté, había alguien atrás de mi, lo sentía. Una respiración suspiraba en mi cuello. Unos latidos retumbaban en mi espalda y unos brazos intentaban cubrirme como una cobija.

Inmóvil, me recosté sobre quien me abrazaba, cerré mis ojos y comencé a idealizar mi fantasía. Intenté soñar, pero solo lograba sentir. Multiplicaba mis sentidos a cada latido. Una mano sobre mi pecho, una nariz detrás de mi nuca, unos ojos bajo mi cabeza, una mirada perdida tal vez. Y luego, volver a dormir junto a mi fantasía, mi locura, una sombra o lo que fuera.

Después de esa tarde-noche, no volví a tener otra alucinación igual. Ni otro evento real tan parecido. Nunca me pregunté quien era o que quería. Solo observaba.

Nunca olvidaré esa sensación, esa experiencia. Por alguna razón, nunca estuve solo, nunca reclamé, nunca hice preguntas. Y callado, me tragaba todo lo que en mi cabeza sucedía. Siento que esto fue más allá de la realidad, pero totalmente diferente a una fantasía. Quizá, solo así sabe la locura. Ya no se.

Al final, tuve que partir de nuevo. Los siguientes días parecía una persona más normal. Encontraba el azúcar por ejemplo. Y al marcharme, eché una última mirada hacia atrás y allí estaba aquella silueta, mirándome, fijamente. Despidiéndose con sutileza y a la vez indiferente.


1 comentario:

  1. Muy interesante, me gusta tu historia, despues de todo ¿quien pone la frontera entre normalidad y locura? ¿no sera la "normalidad" solo la forma mas generalizada y degradante de locura? aveces pienso que enloquecer, solo seria estar un poco mas cuerdo, por renunciar a la locura colectiva para vivir la propia...

    ResponderEliminar