sábado, 6 de agosto de 2011

Cuentos: "Encuéntrame" parte 1

Encuéntrame

Parado en la esquina, afuera de una tienda de relojes que marcaban las tres quince de la tarde. Lloviendo y estaba empapado, pensando que jamás quería volver a despertar. Xavier, viendo hacia el aparador empañado, detiene su mirada unos segundos y entre el vidrio y los relojes del aparador, aparece aquel rostro que vendría a cambiarle la vida.

Ella, del otro lado de la calle, mojada, esperando en la otra esquina y voltea la mirada también. Y sus miradas se encuentran en un reflejo que por el momento no dijo mucho, o que quizá lo dijo todo. Sonrió.

Su celular sonó y lo busco en su mochila, solo era una alarma. Volvió su mirada al aparador, ella ya no estaba.

Esa tarde pasó muy lenta. Xavier regresó a su departamento, en el último piso de un edificio de muchos pisos. En su azotea se sentó en una orilla. Escuchó un murmullo y sintió un frío intenso. Volteó su mirada y vio una silueta y le dijo

Nadie te escucha

¿Qué quieres decir? —preguntó Xavier mientras la silueta daba forma en medio de la oscuridad de la azotea a un hombre de cara muy pálida, ojos profundamente negros y totalmente desnudo que apareció de la nada

Estas solo, si murieras hoy, nadie se daría cuenta y tu cuerpo se podriría hasta que se lo comieran los gusanos

¿Porqué me dices todo eso? —preguntó viendo al horiznte, jamás lo veía a los ojos —¿Qué no ves que me estoy muriendo lento?

Lo se — respondió y desapareció.

Xavier se abrazó por varios minutos, mientras la noche, estrellas fugaces, coches a toda velocidad pasaban por la calle o por el cielo y luego se fue a dormir.
Esa vez no tenía excusas para llorar en su cama, nada más que lamentarse, nada mas porque sufrir.

Los siguientes días fueron de intensa espera, desde las tres y quince de la tarde, hasta las cinco y media. Y nada, solo lluvia.

¿Acaso se volvería loco de tanta ausencia? o quizás sería paciencia. Lo cierto es que después de una semana llegó a su habitación, se escondió bajo sus cobijas y empezó a llorar. El destino se había encargado de aislarlo del mundo, de todos, en un lugar donde nadie lo vería, ni lo olería, ni lo tocaría. Y de pronto, una mirada, que después de tanto tiempo, se convertiría en nada.

Y allí, entre las sábanas, se volvió a aparecer aquel hombre desnudo y le habló de nuevo, mientras se miraban fijamente a los ojos

— No tienes porque estar viviendo de esta manera, para este mundo solo existe una salida ¿sabes cual es, Xavier?
— No, —respondió con frialdad e indiferencia
— si lo sabes
— que no lo se, —insistió Xavier con la mirada fija
— La muerte — contestó aquel hombre y volvió a desaparecer mientras Xavier se destapaba y miraba al techo.

Xavier no sabía con exactitud lo que le había sucedido después de esa tarde en el aparador. Después de esa mirada, de esa mujer. No sabía tampoco porque era así, porque pensaba así o porque actuaba. Pero desde ese momento sabía que tenía que despertar, que había estado soñando todo este tiempo o que había estado inmerso en un congelamiento perpétuo, ya no se. Lo que si se es que se había adentrado en un mundo del que difícilmente quería salir...

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