lunes, 2 de enero de 2012

Declaración de la dependencia


Declaración
de la dependencia

Y él estaba ahí, parado al final de la calle, como esperando a que bajara por la ventana, al menos esa noche. Pensando que, a lo mejor, esta vez pasaría la noche con alguien. No fue así.

Y pasarían diez años más para volver a pararse a media calle a esperar a alguien y correr desesperado con una sonrisa y llegar a cobijarse bajo las sabanas blancas. Pero pasaría un poco más para volverlas a manchar mientras alguien lo hacía sentir deseado.

Otros diez años más en volver a enamorarse y otros cinco más para volver a amar.

Comenzaba a lloviznar en la ciudad y él, seguía allí parado, su cuerpo ya tenía ganas de irse, pero su mente creaba imágenes forjadas por recuerdos que se quedaron a la vuelta. Un beso en la mejilla, tocando su torso desnudo, los vellos, las imperfecciones, los labios con los dedos, el pubis, los dedos de los pies, el cabello ondulado. Jugando con la saliva o el semen sobre los duros pezones erectos. Escondiéndose bajo las cobijas, peleándose en ellas, durmiéndose en ellas. Y despertar, manchados, limpiándose bajo la regadera caliente, frotando sus cuerpos y limpiándolos a cada tacto y horas más tarde, justo cuando el sol se va a ocultar, jugando a personas que nunca van a morir, y eternas, vivir para enamorarse todos los días. Vivir para hablarse, vivir para no hablarse, vivir para mirarse, para no hacerlo y volver a sus vidas cuando ellos quisieran, declarando que son libres para esos momentos, pero dependientes para comunicar que están enamorados todos los días, hasta que eso llegara a terminar...


2 comentarios:

  1. Me encantó, tan bien descrito que al final olvidé que era un recuerdo... eso lo hace triste.

    ResponderEliminar
  2. Es una pena que eso tenga un final. Sigo creyendo que no tiene por que tenerlo, pero tienes razon, a veces lo que fue nuestro desaparece, y las cosas cambian.
    Hay que aceptar ese cambio para poder seguir adelante...

    ResponderEliminar